El sujeto le repetía con profunda generosidad:
Ya está, no te preocupés, yo te lo doy. Acá tenés este equipamiento y éste otro y éste otro a tu disposición. ¡Ya está! Yo te los presto, ya tenes todo… no te falta nada.
El lo miro, le agradeció por dentro y por fuera, pero a la vez reflexiono para si…
Falta algo… siento que falta algo…
¡Claro!!! se confirmó asombrado. Falta quien use esos instrumentos. Si no estuviera aquí, faltaría quien los capitalice, los explote… quien les de vida.
Entonces concluyó… De nada sirven esos instrumentos sin una fuerza motora. Sin esa energía que les de impulso, que los active, que los conecte de alguna forma con los demás.
Se fue del lugar, en esa mezcla de pensamientos sobre negocios y sobre la relatividad del ser.
Pasaron los días y leyó algo respecto a la fuerza del amor, a la fuerza de Dios que es en sí, el amor; la energía circundante a todo, la fuerza que impulsa.
Y recién ahí pudo entender:
Nosotros somos iguales que un equipamiento estático, solo cuando nos conectamos con la energía movilizante podemos transformar al mundo, a nuestro entorno,a nuestra vivencial realidad.
Entonces, se dijo, la clave es encontrar la energía impulsora para la vida… y esa energía impulsora es el amor al que le decimos Dios, universo, Ser cuántico, o como quieras.
He de conectarme a la fuente entonces para toma su potencia, se dijo, he de conectarme a la fuerza motora para darme permiso de fluir; y con el fluir, espejarle luz y potencia a los demás.

Lic. Emanuel Quadri (El viaje al interior)