El miedo siempre está primero pero perfectamente camuflado.

Atrás de toda inacción o acción de traición a nuestros verdaderos deseos se esconde el miedo.

Las ganas y el deseo de agradar, de cumplir con el mandato de los ancestros que se representan luego en nuestro sistema en formato de amigos, jefes y parejas, las satisfacemos a través del miedo.
Buscamos la mirada aprobatoria afuera, en lugar de adentro. Buscamos la mirada externa que nos diga para nuestro inconsciente «muy bien hijo! Estas cumpliendo con MIS deseos, con mis mandatos, con mis órdenes…»
Pero nada de ello tiene por que ser propio.

He aquí la excelente noticia. Todo eso puede ser devuelto (envuelto en amor, claro, con gratitud porque nos constituyó y nos construyó). Todo eso puede regresar transformado en luz a nuestro sistema y poder decir en libertad… «Gracias por esto que me dieron. Ahora que lo vi, lo dejo de nuevo con ustedes envuelto en amor. Tomo la vida que me dieron, honro el árbol de donde vengo y hago algo genial con mi vida».

Desarmar los miedos, es la consecuencias de desarmar los paradigmas. Y un paradigma no es más que la construcción de algo que nos dijeron, y elegimos tomar, de como son la cosas, quitándonos a nosotros mismos la capacidad de tomar el inmenso universo de posibilidades que el mismísimo universo nos brinda y que nuestra alma ya eligió.

Desarmar el miedo es darle fuerza, indefectiblemente, al amor.